lunes, 10 de julio de 2017

HISTORIA DE LA PAZ ¿Cuándo se fundo La Paz, en 1835 o 1848?



Desde hace largos años, los historiadores se han dividido en dos grupos con respecto a la fecha de fundación de La Paz; unos que fue en 1835 en cumplimiento de la Ley del Gobernador Pascual Echagüe; otros que ocurrió en 1848 cuando Urquiza le ordena a Berón de Astrada que en otro lugar del Cabayú Cuatiá y con el mismo título de La Paz fundara un pueblo.

Lo cierto es que para muchos hubo dos fundaciones y para otros, una sola, la de 1835, y que luego en 1848 sólo hubo un traslado de la población de aquél primer pueblo al lugar del actual emplazamiento de La Paz. Sin embargo quedan muchos puntos no debidamente aclarados, lo que hace difícil la tarea de desentrañar la cuestión.

No obstante ello, hay algunos antecedentes que son realmente interesantes. Por ejemplo en 1837, el Vicario de Entre Ríos, Francisco Dionisio Alvarez, en una nota dirigida al Obispo de Buenos Aires, le hacía saber de la conveniencia de crear o establecer un curato en la aldea de Cabayú-Cuatiá, diciéndole que los límites de este nuevo curato, podrían establecerse, al Norte por el Guayquiraró y las puntas del río Feliciano, al Este Mandisoví y Villaguay y al Sur hasta el Curato de Paraná.

Si el Vicario de Entre Ríos, en 1837 habla de la aldea de Cabayú-Cuatiá y nada dice del pueblo de La Paz, cuya fundación había sido dispuesta por ley del 13 de Julio de 1835, y su delineación, según referencias obtenidas por Berón de Astrada en 1849, habría sido practicada en 1836, quiere decir que en la práctica el pueblo de La Paz no existía y sí en cambio la aldea de Cabayú-Cuatiá, lo que es decir: no se habría hecho efectiva la fundación.

Este es uno de los tantos antecedentes que existen al respecto y no en apoyo, precisamente, de lo que sostienen que La Paz fue fundada en 1835. La ley existió, se publicó incluso por Bando en Paraná, se designó un juez de Hermandad en 1838. Sin embargo no existe antecedente alguno que informe sobre quién fue el ejecutor de la ley de fundación. No se registra en los archivos oficiales, ninguna comunicación del encargado de fundar el nuevo pueblo que era lo que correspondía hacer una vez cumplida la misión encomendada. En lo que respecta al Juez de Hermandad, tampoco hay documentación que cite el nombre del mismo.

Ya el gobernador Sola, como lo hemos visto aprobó la fundación de un pueblo nuevo en Cabayú-Cuatiá a propuesta del Comandante militar del Dpto. y como no hay documentación que pruebe que tal iniciativa se llevó a la práctica, queda el hecho en dudas, pero sin descartar la posibilidad que el pueblo que se fue formando en Cabayú-Cuatiá Jaya sido el propuesto por el comandante militar que al formular la misma debe haberlo impulsado alguna razón fundamental: militar o de intereses particulares.

Fuente: Apuntes Históricos sobre la ciudad de La Paz y su Departamento – ESTANISLAO NESTOR CORDOBA-Pág. 34

Fotos para el Recuerdo.



Una foto  de la Escuela San Martín donde podemos apreciar las rejas que primitivamente rodeaban todo el frente de la misma. Actualmente el motivo de las rejas sigue estando pero todo el frente de la escuela esta despejado.
También podemos apreciar la calle de tierra en la esquina de lo que hoy es la intersección de calles  San Martín y Berón de Astrada.

NOTICIAS ARTÍSTICAS. Reconocimiento al escritor-poeta paceño Orlando Calgaro.



Poesía y amistad. Las palabras son convocadas por Guillermo Ibáñez para evocar el vínculo que lo ligó a Orlando Calgaro, un paceño que supo hacer de los versos y los encuentros en torno a la palabra una celebración.
        Calgaro nació en La Paz, pero luego de finalizar sus estudios secundarios se radicó en Rosario. Allí se recibió de abogado y conoció la política, la militancia. Y allí también potenció lo que fue un eje central en su vida: la literatura. Con persistencia ejemplar, este entrerriano que nunca se fue del pago –al que reflejó en su producción poética en paisajes, hechos y personajes- además de escribir, se dedicó a difundir y editar la obra de autores desconocidos, de valía. Lo hizo a través de una revista, La Ventana, y de una editorial.
Calgaro fue abogado, militante, docente universitario y llegó a ser juez en Rosario, donde falleció en 1986. Publicó Punto de partida; Los métodos; Además el río; La vida en general y El país de los arroyos.
          Recientemente su obra fue rescatada del olvido en Diálogos azules, una publicación realizada por Cabayú Cuatiá Cooperativa Cultural en la que se incluyen poemas de sus libros y también textos en los que quienes lo conocieron reflexionan sobre la poesía que escribió y su vida.
“A fines de los 60, primeros 70, nos conocimos con Orlando por la actividad profesional. El era abogado, terminó siendo juez muchos años después. Nos cruzamos en pasillos de tribunales y además del conocimiento en materia laboral, inmediatamente hablamos de poesía. Me preguntó si escribía, porque había visto un texto mío que se había publicado”, evoca Ibañez, quien el viernes, en la Biblioteca Provincial, recordó al poeta entrerriano en un nuevo aniversario de su nacimiento.
“Enseguida nos hicimos hermanos-amigos. El tenía en ese entonces una editorial revista que se llamaba La Ventana y yo editaba Runa, una publicación con objetivos similares”.
Pasión por la literatura, amigos comunes y viajes a congresos fueron actividades compartidas, además de la edición de libros y revistas.
“Generamos una profunda y muy linda amistad”, sintetizó el docente a EL DIARIO. Siempre con la poesía y la escritura como eje de ese vínculo.
APORTES. “Siempre digo que Orlando tuvo la calidez y un cierto aire de niño, que conservaba de su tierra natal. Él nunca fue un citadino. Recuerdo que siempre iba al estudio que tenía en pleno centro de Rosario, en el subsuelo de Corrientes 811, pero nos rajábamos enseguida a Fisherton, donde tenía su casa: Ahí sí hablábamos de poesía en reuniones sin tiempo en las que surgía su conocimiento, casi su erudición sobre distintos temas”.
       Y al reconocer los aportes que Calgaro efectuó a través de su trabajo silencioso, con bajo perfil, Ibáñez resalta que la editorial del paceño publicaba –además de la revista-, poesía, ensayo y textos sobre política. “Por la militancia nuestra en el justicialismo, aunque veníamos desde distintas corrientes en su momento, teníamos una fuerte vocación por los forjistas. Así que además de estudiar el pensamiento nacional en general, se publicaban textos sobre Scalabrini Ortiz, sobre Jauretche. Fundamos un Ateneo que se llama Arturo Jauretche”, subraya el poeta para quien de esos años quedó como saldo “una experiencia muy rica, de muchos matices”.


        Ibáñez rescata además otra faceta de la tarea editorial. “Por aquellos años llegaba gente que no podía editar de otra manera y que las grandes firmas rechazaban, autores que no tenía acceso a los grandes sellos. Nosotros no éramos editoriales comerciales, sino independientes. Así que se cobraba algo, se juntaba plata entre nosotros y se publicaba el libro de alguien que no podía”. Es allí donde regresan las palabras clave: poesía y amistad.
       “Creo que Orlando es un poeta que representa a un grupo de autores que nunca estuvo dentro del circuito comercial. Un grupo que siempre prefirió, antes de buscar un premio o participar en un concurso, reunir los fondos entre nosotros para publicar cosas a aquellos que creíamos que lo necesitaban y que no tenían medios para hacerlo”.
       “Creo que el gran aporte de Orlando fue esa magnanimidad, su insistencia en reunir recursos y poner de su bolsillo para editar a poetas y autores que de otro modo no habrían podido hacerlo”, remarca el docente. Y acota: “Esto que parece una nimiedad, hecho con continuidad durante 30 o 40 años se convierte en un gran aporte para la cultura no comercial de una ciudad, de un país, de una región”.

RECUERDOS IMBORRABLES. “Fundamentalmente, creo que Orlando nunca dejó de ser entrerriano. Siempre, aún en lo cotidiano, trasuntaba en su carácter, en su modo de ser, algo del paisaje, de esta tierra: era un tipo calmo, sereno, juicioso, apacible; leal. Él nunca abandonó esa estirpe ligada a La Paz y a Entre Ríos”. En su poesía siempre aparece el paisaje (el título de uno de sus libros es El país de los arroyos). Más allá del aspecto lírico de su poesía, también estuvo ensamblada con la cuestión de los caudillos, sobre todo de Ramírez.
       Pero también está “un replegarse en lo pequeño, en lo sencillo, y eso, esa vuelta a lo esencial es tal vez un hilo conductor para leer a este poeta. No le hizo falta nunca –quizá por ser nacido en una provincia, en el país interior- el palabrerío engolado de las `intelligentzias´ de ningún tipo. Su palabra poética es la palabra primordial”.

       
Calgaro fue un autor periférico sin proponérselo. Es que mantenerse al margen del circuito comercial “da esa libertad de hacer lo que uno realmente desea, a la vez pudo ejercer una profesión para ganarse la vida económicamente. Pero el espíritu lo entregó a la poesía.
La muestra
      
La muestra denominada Homenaje a Orlando Calgaro está habilitada en la Biblioteca Provincial de Entre Ríos y se basa en libros del escritor nacido el 25 de agosto de 1939 en La Paz, así como también en material periodístico sobre su trabajo literario.
         Los textos expuestos, El País de los arroyos (1979); La vida en general (1974); Los métodos (1979); y Diálogos Azules (recopilación, 2012), son acompañados de sus correspondientes fichas explicativas. Se podrá visitar la muestra en la sede de la biblioteca hasta el 7 de septiembre de lunes a viernes de 7.30 a 12.30. El acceso es libre y gratuito.
         La muestra de libros forma parte del ciclo de homenaje Nuestros Escritores, impulsado por el Ministerio de Cultura y Comunicación a través de la Biblioteca Provincial y que propone la exposición de libros vinculados a escritores entrerrianos, además de material literario y videos a través de la web.
Fuente: http://www.eldiario.com.ar/diario/cultura-y-espectaculos/56058-orlando-calgaro-poesia-esencial-de-un-paceno-que-canto-a-entre-rios.htm

Historia de entre ríos DON TOMÁS DE ROCAMORA, FUNDADOR DE PUEBLOS.



En el año 1782 hace su aparición un personaje, el más destacado del VIDA COLONIAL DE ENTRE RÍOS: D. Tomás de Rocamora a quién justicieramente se le puede llamar el fundador de pueblos. Su recordación como hombre prominente, no lo es tan solo por el hecho de haber realizado la fundación de poblaciones, sino por el empeño, el tesón, el cariño y la inteligencia con que obró a favor de aquellos primeros pobladores que dieron vida a nuestra provincia. Previó para ella un futuro provisor y halagüeño, hasta hacerle decir que ésta sería la zona más rica y próspera del Río de la Plata; la recorrió en gran parte y se compenetró de las necesidades de aquellos primeros pobladores, bregando en su favor y destacando ante el virrey Vértiz la injusticia de los reclamos de los terratenientes que querían desalojar a los que trabajaban en la tierra; bautizó a nuestro suelo con el nombre de Entre Ríos; redactó planes de doblamiento y explotación del suelo y, al fin, fundó las ciudades de Gualeguay, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú.
Su pensamiento asoma en los muchos informes que redactó para el virrey Vértiz. Del 11 de agosto de 1782 es uno de ellos –el plan económico- en el que hace conocer los detalles del suelo y sus posibilidades, así como los caracteres del habitante y el número de ellos, desde el Gualeguay al este, suma que hace llegar a 344 de 16 a 40 años, por lo que es de presumir una población de unos 1.000 habitantes para esta sola zona.
En el mismo día le elevó el conocido Plan Económico, uno de los documentos más interesantes de la vida colonial entrerriana, en el que, como lo indica el título, proyecta una serie de medidas a favor de los pobladores y del suelo. Es en este documento en el que se da por primera vez el nombre de Entre Ríos a nuestra provincia. Vértiz no tardó en aprobar los planes de Rocamora y lo autorizó a que fundara cinco pueblos, lo que no pudo realizar en su totalidad.
Las fundaciones que realizó fueron las de Gualeguay, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, todas en el año 1783, el 19 de marzo, el 25 de junio y el 18 de octubre respectivamente. En las tres procedió en forma parecida: reunió a los vecinos de la zona y, puestos de acuerdo en cuanto al lugar en el que se iba a emplazar el pueblo, comenzaba la tarea de desmonte y limpieza. Se delineaban cuadras de 80 varas y luego se precedía a la distribución de solares y a la elección de los miembros del Cabildo.
Así cumplió Rocamora con una parte de lo que tenía pensado. Por diversas circunstancias, no pudo craer las villas de Nogoyá y Paraná como eran sus propósitos. En las poblaciones que fundó, solo dio a los habitantes el solar de la zona urbana; no hubo por lo tanto reparto de otras extensiones de tierra, ni tampoco a los Cabildos de cada una de las tres villas, las grandes extensiones que acostumbraban los españoles cuando fundaban una ciudad. Quizá se lo impidieron los intereses de los terratenientes de las vecindades, de los cuales fue contrario Rocamora.