Lázaro Blanco
era un joven veinteañero, que se ganaba la vida como chasque (portaba los
correos a caballo). Un 7 de septiembre de 1886, el Comisario de Feliciano,
de apellido Ereñu, le encarga viajar a La Paz, para llevar un mensaje de
urgencia; se avecinaba una gran tormenta, pero esto no amedrentó al gauchito felicianero,
que ya conocía de estas contiendas con la Naturaleza. Partió a cumplir el
encargue, montando un caballo tordillo blanco que le prestó el mismo Comisario,
y a unos 15 kilómetros de su partida, cayó la tormenta. Lázaro buscó
refugio bajo un algarrobo gigante, y allí un rayo termina con su vida y
su cabalgadura.
Pasado tres
días, una partida policial, encuentra el cadáver del gaucho y de su
caballo; lo enterraron en ese mismo lugar, como era costumbre
antiguamente, y clavan una cruz de palo con su nombre.
Dicen que,
pasado algunos años, hubo una gran sequía en Feliciano. Un criollo del lugar
tenía vacas a pastaje en un terreno arrendado, y como las aguadas se
secaban, le pidieron que saque sus animales del campo. Triste iba el hombre con
su tropa, condenada a la muerte o a malvenderlas, para salvar algo,
cuando pasó por delante de la cruz que marca el lugar de la muerte de Lázaro Blanco.
Desde lo profundo de su corazón le nace una oración: “Lazarito, si haces llover
te hago un monolito en el cementerio”. A la noche cayó un gran aguacero, que
salvó a todos de la trágica situación. El hombre cumplió su palabra y en el
cementerio de la ciudad, se levanta el mausoleo del chasque, erigido en
cumplimiento de la promesa. Hay aun otra historia, que también habla de una
gran sequía, pero el personaje es otro, era dueño de un campo, y tuvo un
extraño sueño: llegaba a visitarlo alguien que jamás había visto y le decía:
“Mañana lloverá en abundancia” y le indicó que se dirigiera al monte, a un
lugar que no conocía; al despertar y siguiendo las indicaciones que recibiera
del desconocido, llegó precisamente al lugar donde una rústica cruz de palo marcaba
el lugar donde cayera para siempre el chasque, y así descubre el nombre del
personaje que se le apareció en la noche. Poco después se largó a llover y se
salvaron, el ganado y las cosechas.
Hasta aquí la historia; de aquí
en más, la leyenda, la fama milagrosa del chasque Felicianero. Si bien sus
restos descansan en el cementerio local, el pedazo de campo que recibiera su
cuerpo sin vida, tiene ahora un Escenario para conmemorarlo, una
Capillita, y una Cripta con paredes totalmente cubiertas de placas traídas de
distintos lugares del país.
Este lugar se ha convertido en centro de peregrinación de quienes, van y vienen, a pedir determinados favores, a formular promesas, a dejar donativos; se encuentran desde coronas de flores, cintas y restos de velas encendidas, hasta manubrios de autos y trofeos deportivos.
Este lugar se ha convertido en centro de peregrinación de quienes, van y vienen, a pedir determinados favores, a formular promesas, a dejar donativos; se encuentran desde coronas de flores, cintas y restos de velas encendidas, hasta manubrios de autos y trofeos deportivos.
Uno se
pregunta: donde comienza la leyenda? donde el mito popular, en la historia de
Lázaro Blanco? Hay hechos irrefutables: Una capillita en el campo, colmada de
recuerdos, al costado del antiguo camino de tierra que unía Feliciano con La
Paz; una tumba, llena de plaquetas con agradecimientos, en el monolito del
cementerio de Feliciano.
La leyenda del
“gaucho milagrero” sigue ganando corazones, las ofrendas por las gracias
concedidas se siguen multiplicando y aun hoy, se puede escuchar decir a los
lugareños: “Gracias a Dios y a Lazarito Blanco”.
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