Hugo
Julio tiene 58 años, lo que narra sucedió hace más de 38, pero aún se le llenan
los ojos de lágrimas al recordar. El hombre nació en Nogoyá en 1953, en una
familia peronista. A los 21 años le tocó hacer el servicio militar. En su casa
esperaban un destino cercano, como el de su hermano mayor, que había estado en
Rosario del Tala. La llegada de la cédula en pleno febrero fue el primer
indicio de que lo aguardaba un destino distinto: sólo Granaderos incorporaba a
los cadetes en ese mes del año. La confirmación llegó pocos días más tarde. El
metro 98 de estatura del hijo del medio y su impecable estado físico le
brindaron una posibilidad que llenó de orgullo a la familia: Hugo estaría cerca
del presidente Juan Domingo Perón.
El
joven llegó a Buenos Aires. Revisación médica, rapado, vestimenta verde oliva y
el inicio de una instrucción dura fueron los hechos de los primeros días en el
cuartel. Luego vino la capacitación específica. “Lo que más recuerdo son los
desfiles, levantando el pie exactamente a 40 centímetros”, expresa Julio. Un mes después le tocó estar por primera vez
en Olivos, con su traje impecable y muy nervioso. Pero ese día no lo vio a
Perón. Luego de cordones de gala en embajadas y en recepciones de visitas
diplomáticas, en la siguiente guardia en la quinta presidencial, un domingo, el
general apareció en el jardín con uno de sus caniches. “Temblábamos cuando se
nos acercó. Me preguntó mi nombre, de dónde era y en qué trabajaba mi padre. Le
contesté que era un hombre de campo. Después, siempre conversaba un poco con
nosotros”, recuerda. En los últimos días
de junio de 1974 comenzaron a llegar al cuartel noticias sobre el ir y venir de
médicos en Olivos. El lunes 1 de julio supieron de la muerte del máximo líder
político e institucional del país, que también para ellos era el hombre que a
diario los regañaba y corregía la orientación del caño del FAL que portaban
cruzados sobre el pecho, insistiendo en que siempre debía apuntar hacia arriba.
Antes
de que pudieran reponerse, les informaron que 32 granaderos serían custodios
del féretro de Perón. “Fueron horas de enorme tristeza, pero también de una
gran expectativa por la posibilidad de estar en ese momento histórico. Esa
misma tarde se hizo una formación y comenzó la selección. El séptimo puesto fue
para mí. No lo podía creer”, cuenta Julio emocionado. Un coronel les dio una
charla a los elegidos. “Nos anticipó lo que íbamos a vivir y nos indagó acerca
de dos cuestiones: si teníamos algún problema político o ideológico con la
tarea que nos encomendaban y si nos sentíamos capaces de resistir física y
emocionalmente la situación. En ambos casos, ese era el momento de advertir”,
relata Julio. Se quedaron todos, practicaron con un viejo ataúd y fueron a la sastrería
a buscar trajes nuevos.
El
velorio en el Congreso duró dos días con sus noches. Julio estuvo de pie a la
altura de la cabecera del féretro de Perón. Salió en las imágenes que
publicaron todos los diarios y revistas. En su siguiente salida recorrió
editoriales en busca de las fotos originales.
Los nueve meses que transcurrieron hasta su baja, ocurrida en marzo de
1975, ya no fueron lo mismo. “Llegué a Nogoyá siendo un hombre distinto, viendo
la vida de otra manera”, confía. Con el
grupo de granaderos intentaron reunirse pero no fueron más de cuatro o cinco a
los encuentros. Una vez se cruzó con uno por la calle. Con los años, razones de
trabajo llevaron a Julio primero a Santa Fe, donde vivió 10 años, y luego a
Paraná, donde reside actualmente, en barrio San Agustín, con su esposa Gloria,
y sus hijos. Por la mañana trabaja como encargado en un edificio del centro y
por la tarde maneja un
taxi. Disfrutó contándole su historia en el Regimiento de Granaderos a sus
hijos cuando eran chicos y también aportando material para que compartieran en
la escuela. También valora el capítulo que le dedicó el periodista Claudio
Cañete en su libro sobre los vínculos de Perón y Evita con Entre Ríos. “A la
experiencia de Granaderos hay que vivirla. Me resulta muy difícil describirla
con palabras. Para mí fue una de las mejores cosas que me pasó en mis 58 años”,
concluye.
Fuente:
http://www.eldiario.com.ar/diario/politica/38804-recuerdos-del-entrerriano-que-fue-granadero-de-peron.htm
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